busco dentro el pensamiento más sincero
veo un espejo en el cielo
y la geografía de mi camino...

domingo, 11 de mayo de 2008

. JUGAR A LAS ESCONDIDAS ES PERJUDICIAL PARA LA SALUD .

- ¡Dale, Tati, no seas ortiva!

- No, Juan Pablo. No tengo ganas de ir a una fiesta donde no conozco a nadie. No me gustan esas cosas. No insistas.

- Es la primera vez que nos invitan a una fiesta así. No podemos dejarla pasar. Además, no quiero ir solo. Te estoy pidiendo que me hagas el aguante y vengas conmigo.


Ok. Stop.

Para que toda esta anécdota y capítulo tenga sentido, pasaré a hacer una breve intrudicción:

Imaginate que estás en 4to año de secundario. Desde 1er año que estás con un compañero de clase en la cabeza. No lo te podés sacar, pensás en él todo el tiempo, soñás con él a veces, tenés un enamoramiento importante. Ahora, ese chico se llama Juan Pablo y no sólo es tu amigo, no sólo le tenés ganas, no sólo tiene un par de ojos azules verdosos que te compran, no no, más que eso… vive a media cuadra de tu casa. ¿Hace falta decir más?.


Ok. Continuamos…


Juan Pablo estaba sentado en el banco de clase mientras teníamos esta discusión. Ambos con el uniforme del colegio. Siempre tuve repulsión a ese uniforme y, cabe agregar, era un horror a la visual: pantalón gris, chomba azul y zapatos. Pero admito que visto en Juan Pablo, no parecía tan feo al ojo el uniforme. En fin, estabamos en el recreo sentados en el aula hablando. Uno de los chicos de 5to le había avisado que se iba a hacer una fiesta en la casa de pirulo para juntar guita extra para la fiesta de egresados. Generalmente no solemos recibir invitaciones como esas los de años inferiores, pero bueno, por plata baila el mono, ¿verdad?.

En fin, Juan Pablo tenía muchísimas ganas de ir. Y yo no. Sabés como soy. Esos ambientes de descontrol y alcohol no me gustan. Pero bueno, lo quiera o no, son cosas que gente de nuestra edad hace. O sea, a ver, ambos sabemos que no podía decirle que no. Pero me gustaba la idea de hacerme rogar, jaja. ¿Me culpás?.


- Dale, Tati, por favor. Acompañame y te voy a estar en deuda – dijo mientras ponía sus manos en forma de rezo y me ponía cara de puchero. Nunca resisto una cara de puchero, mucho menos la de él.

- Bueno, está bien, - dije. Al oír esto Juan Pablo sonrió de oreja a oreja. Ver eso ya era tocar el cielo con las manos. ¡Dios! Cómo me tenía el pibe ese. – pero si no me gusta, nos vamos temprano. ¿trato?.

- Trato - dijo después de unos 30 segundos de silencio y cara pensativa.


Ese día llegué a casa. Tiré la mochila sobre la cama, me saqué el uniforme y me vestí con ropa casual. Fui hacia mi escondite secreto en mi cuarto y de una caja de lata saqué plata de mis ahorros. Esa noche tenía una fiesta. Y no cualquier fiesta. Tenía una fiesta a la cual iba a ir con el pibe que tenía mi corazón en bandeja. No iba a pasar desapercibido. Por ende, junté algo de plata de la lata, la volvía a esconder y salí a la calle en busca de ropa limpia y fachera. Luego de eso, venía la peluquería.

Terminé comprando una camisa color verde manzana, unos pantalones de jean, unas zapatillas que hacían juego y un chaleco negro de vestir. En la peluquería me hicieron un peinado todo engelado y encerado que me hacía re facha y moderno.

La fiesta era a las 12 de la noche. Se suponía que a las 23:30 tenía que pasar a buscarlo a Juan Pablo por la casa. Como te cuento que eran las 23hs y yo ya estaba todo bañadito, cambiado, aseado y listo para salir. Sentado sobre mi cama con música de fondo a la cual no le prestaba atención. Todo mi interés estaba puesto en el reloj cuyos minutos no pasaban. La espera más eterna de toda mi vida.

Al ser la hora, salía corriendo de casa. Lo pasé a buscar a Juan Pablo. Al bajar y verlo el corazón me dio un vuelco. Si con el uniforme estaba lindo, vestido para salir no sabés lo que era. Llevaba un pantalón de jean, unas zapatillas rojas, una camisa de verano negra y sobre ella un sweater color rojo vino. El pelo todo peinadito y arreglado cual Principe Williams. Todo una joyita.

Nos saludamos y nos empezamos a gastar mutuamente por los looks del otro. Luego tomamos un taxi hasta la casa de Pirulo (nunca supe el nombre del chico que organizó esa fiesta y, sinceramente, me importa muy poco).

Llegamos a la fiesta y ya desde la esquina podías saber dónde era. Una muchedumbre que se dispersaba por toda la calle que entraba y salía de la casa, música a todo volumen que seguramente dejaba con insomnio a más de un vecino, griterío, de todo un poco.

Entramos en la casa. Gente por todos lados. Mucha gente ya dada vuelta y quebrada por los pisos. “Bienvenido a No Man’s Land” pensaba yo por dentro. O sea, mi querido Juan Pablo, ¿a dónde habíamos ido a parar?. En fin, decidí no prestar atención a los detalles a mi alrededor y evitar que todo perjudique mi salida con MI chico. Sí. Lo quieras o no. YO era su cita. ¿O te olvidas que él me invitó a ir?.

- Voy a buscar algo para tomar. Ya vuelvo – me dijo al oído gritando por la música alta que le tapaba la voz. Noté que mientras gritaba eso me tenía agarrado del brazo atrayéndome hacia él.

- Ok. Te espero acá – le dije.

Vi como se alejó en el mar de gente. Yo me quedé en ese lugar admirando a mi alrededor como el mismo averno se desataba. Me sentía un grano de arena en una playa. Tan pequeño, tan sólo y tan frágil sin él. Sin él, que me cuidaba, me tenia cerca de él, evitaba que me perdiera, me quería tener cerca.

Eran las 3am. Yo estaba sentado en un rinconcito de un sillón en el living. Aún sólo y a la espera de Juan Pablo con la bebida. Nunca había vuelto. Conociendolo a él y conociendo mi racha de suerte, habría encontrado algo con qué entretenerse y se había olvidado de mí. No sería la primera persona en hacerlo, pero esas ya son otras historias.

En un momento, se me tumbaron encima un flaco y una mina que estaban tranzando. O sea, como te explico, que decidieron caer sobre el sillon sin importarles nada. Yo amortigüé su caída. Al tener semejante espectáculo encima, me moví y como pude me escapé de ahí.

Giré y giré por toda la casa. No se podía estar en paz ahí. Y no me iba a ir sin Juan Pablo. Después de buscarlo en vano, desistí. Supuse que si aguantaba hasta las 6am (que era el horario final de la fiesta) a la salida me lo habría de encontrar. Así que bueno, empecé a pensar en ideas de cómo hacer bancable y transitable las horas que quedaban pendientes hasta las 6am.

Abrí la puerta. Miré en el interior: vacío. Perfecto. Entré al baño y cerré la puerta atrás mío. Me miré en el espejo. El peinado ya había perdido su forma, el cuello de la camisa estaba todo desaliñado, al chaleco le faltaba un botón. Estaba hecho un desastre. Y lo peor de todo es que no había hecho NADA para quedar así. Vi mi reflejo en el espejo y me deprimí. En ese estado Juan Pablo no iba a tenerme en cuenta y no iba a verme lindo. Si volvía a encontrarlo en algún momento de la fiesta, claro está. Miré a mi alrededor: era un baño bastante grande y bien cuidado. Era una casa en el barrio de recoleta. No podría esperar menos. Todo muy paquete y bien puesto.

Corrí la cortina de la bañera. Suspiré profundo y entré. Cerré la cortina y me acosté. Me tumbé en el interior de la bañera, como si estuviera haciendo baño de inmersión, con la excepción de que mi espalda estaba apoyada contra una de las puntas y mis brazos estaban apoyados sobre los bordes de la bañera. ¿viste como cuando estás en una pileta y te colgás del borde de espalda para patalear? Bueno, así. Cerré los ojos. Respiré profundo. Intenté encontrar la paz que no había logrado conciliar en toda la noche. Podía escuchar la música retumbar en las paredes. Podía oír a Bono entonar ONE como si estuviera en River viéndolo en vivo. Me relajé un poco y me dejé estar ahí. En paz.

De la nada, la puerta del baño se abrió de un estruendo. Salté del susto y me congelé en el lugar, detrás de esa cortina como escudo. Escuché risas, como se cerraba la puerta con llave y más risas. Una voz femenina y la otra masculina. Risas, muchas risas. Seguidas de ruidos de besos apasionados y salvajes.

Yo seguía ahí sentado sin saber que hacer. No sabía si salir de mi escondite y frenar cualquier cosa que estuviera por tomar lugar o si quedarme en mi lugar y no hacer nada. No quería que el flaco se enojara por cortarle la cogida y me agarrara a las piñas.

- Sacala – dijo la voz femenina

“Sacala” ?. O sea. Yo no seré un experto en el tema, pero, ¿es necesario hacer semejante demanda en voz alta?. ¿No es más fácil abrir el pantalón, bajar el cierre y sacarla con tus propias manos?. En fin. Él accedió a su pedido porque a los pocos segundos escuché un “uh, papi, como venimos de abajo”. Lo cual generó una cara de disgusto y asco en mi cara. O sea, piba, no podés hablar así.

- ¿Te la vas a bancar toda? – dijo él.

Escuché esa pregunta, escuché esa voz. Estaba seguro que era una voz conocida. Mis ojos se abrieron de par en par. No sólo conocía esa voz, sino que esa misma voz fue la que me convenció de ir a esa fiesta. Recuerdo que tapé mi boca con mi mano para no emitir ningún alarido y, creeme, tenía muchas ganas. Cerré los ojos lo más fuerte que pude y junté coraje para aguantarme toda la que se me venía encima.


- Ay, ay, ay, ay – gritaba ella

- ¿Te gusta, eh? – preguntaba él

- Metela toda… hasta el fondo – imploraba ella

- Que apretadita que la tenés – comentó él

- Damela, damela, damela, damela – exigía ella

- ¿La querés? ¿La querés? – pregunta retórica de él

- DA ME LA, DA ME LA, DA ME LA – gritaba ella entrecortada, demasiado placer y movimiento le impedía decir las palabras completas.

Así fueron aproximadamente unos 35 minutos. Durante los últimos cinco minutos restantes fueron gemidos de Juan Pablo y muchos “DAMELA!” de ella. A los cuales yo ya sincronizaba mis labios con sus palabras y revoloteaba los ojos indignado y a punto de gritar “por dios, flaca, cogé con la boca cerrada”.

Finalmente, los gemidos y los “DAMELA!” cesaron. La gran cogida gran había llegado a su clímax. ALABADO SEA EL SEÑOR!. Mi Dios! Que manera de darle y darle. Gente así debería ser penada con multa, no es joda. Escuché algunos besos finales. Sonidos que indicaban que estaban volviéndose a vestir. Desde mi lado de la cortina podía ver las siluetas en movimiento. Finalmente, el cerrojo de la puerta fue destrabado y ella se despidió con un “Llamame”. Cerró la puerta detrás de ella. Juan Pablo se rió y al poco tiempo salió también.

Corrí la cortina de un tirón. Contemplé la escena del crimen. Me dirigí corriendo al inodoro y vomité. Me quedé sentado y abrazado al lado del inodoro como borracho empedernido unos minutos. Después, cuando sentía que todos mis órganos estaban en su lugar, me levanté y caminé hasta el lavabo. Me miré en el espejo. Si antes estaba hecho un desastre, ahora ni te cuento. Me lavé la cara, dibujé una sonrisa falsa en mi cara y salí de ahí.


Ya en el pasillo de la casa, ni me preocupé por encontrarlo a Juan Pablo. Así como pude me abrí paso entre los cuerpos en el piso, la gente que no se podía mantener en pie, la gente que recién llegaba, entre otros; y salí.

En el exterior, tomé una gran bocanada de aire puro. Dejé que el frío de la madrugada me despabilara. Y así, en las condiciones que estaba, emprendí la vuelta a casa a pie...

... y en soledad.

1 comentario:

Luckitas dijo...

Como es la vida no...??? entre a tu blog de casualidad... me llamo la atencion el titulo... lo unico q lei fue este post... y me vino justo para entender a dos chicos q como vos... me reclamaron anoche... q cambiara mi actitud tan parecida a la de Juan Pablo... todas tus sensaciones... y todos tus sentimientos... me sirvieron para comprobar como uno... a veces y sin quererlo... mea mal... y encima... afuera del tarro...!!! te agradezco q hayas escrito esta experiencia... y espero q se te de... lo q tanto estas buscando... q haya suerte de verdad...!!! chau!