Eran las 3 de la mañana del día sábado, estaba en casa tirado en la cama sin poder pegar un ojo. Muchas cosas corriendo por mi mente, muchos recuerdos llenos de muchas señales que en su momento percibí de una manera que ahora ya no estoy seguro si era así, imágenes de un posible futuro que afloran de la nada. Salí a la terraza y me senté en la baranda y observé el mundo ante mi y todo me recordaba a vos: las estrellas y el brillo en tus ojos, el amarillo de las hojas de otoño y el rubio oscuro de tus cabellos, las risas lejanas que se escuchan y tus chistes doble intencionados, el aire suave que me pega en la cara y tus besos en mi mejilla cada vez que te despedías.
“nadie sabe por qué nos enseñaron a mirar para otro lado
tal vez haya algo malo en mí
no hay nada en que no pueda creer
¿me podrás escuchar a pesar de las cuadras de distancia?
¿está el cielo sobre vos tan claro como el mío?
por la ventana la lenta luz de la mañana
primero toca tus manos, luego acaricia tu rostro
a pesar de ser incómodo, a pesar de ser molesto
los días dejan la noche, ojos en la luz
quizás ésta sea la vez que finalmente me escuches
luego de correr, dejando cosas sin decir
pero la verdad, no sé que estarás escuchando ahora
tus sonidos están tan lejos, tan lejos de mí
no sé por qué te empecinas en mirar para otro lado
tal vez haya algo malo en mí
no hay nada en lo que no pueda creer
¿se escuchará mi voz a pesar de la distancia?
¿será mi sol naciente el mismo que el tuyo?”
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